La colaboración de la Fundación Julián Vilás Ferrer permite salvar la vida de una niña saharaui aquejada de un grave quiste cerebral.
Es una de esas historias que no dejan a nadie indiferente. La protagonista, Zeinab de 12 años, procedente de un campo de refugiados saharauis en Argelia. El destino hizo que una doctora mallorquina descubriera que Zeinab tenía un enorme quiste cerebral que estaba poniendo en peligro su vida. Sin dudarlo, esta especialista contactó con uno de los neurocirujanos del Grupo Policlínica, el doctor Pedro Llinás, y gracias a la Fundación Julián Vilás Ferrer, la pequeña pudo ser intervenida en Ibiza.
¿Cómo surgió este caso?
Surgió por casualidad. Fue a través de un familiar mío que me puso en contacto con una excelente profesional y mejor persona, María Buades. Ella es una pediatra de renombre y trabaja en Mallorca. Además es madre adoptiva de una joven saharaui y, durante una visita a la familia de origen de la niña, se angustió muchísimo al ver que una de las hermanas pequeñas se es- taba quedando ciega, se quejaba constantemente de cefaleas intensas, tenía un trastorno severo del equilibrio y estaba perdiendo la movilidad de la parte derecha del cuerpo. A través de un vídeo mandado por el móvil, María Buades identificó los signos de alarma, viajando hasta Argel para realizar una resonancia magnética craneal. Sus sospechas se confirmaron. La niña presentaba un tumor cerebral quístico gigante localizado en el hemisferio izquierdo y le estaba generando una hipertensión intracraneal y una pérdida de función motora y visual. Cuando me enseñó las fotos en el móvil, dicha lesión ocupaba casi la totalidad del hemisferio cerebral izquierdo. Ambos sabíamos que el tiempo jugaba en contra de la niña y que si no se operaba en un plazo corto de tiempo, podía incluso fallecer. Así pues, se me ocurrió la posibilidad de que, si el doctor Vilás aceptaba, pudiéramos trasladarla a Ibiza para operarla ya que contamos con la tecnología necesaria para llevar a cabo dicha intervención. Básicamente, se trataba de practicar una endoscopia cerebral asistida por neuronavegación.
En el Sáhara, ¿cuál es la realidad de esta pequeña?
Ella vive en un campo de refugiados con su familia y una de sus hermanas, Dehba, es la hija de acogida de la pediatra mallorquina. Un día, Dehba recibió una llamada porque Zeinab había perdido el conocimiento y, al llevarla al dispensario, le dijeron que tenía fiebre reumática, pero a la doctora Buades no le cuadraron los síntomas y ahí empezó todo. Según explica la doctora, los campos saharauis son de las zonas más pobres del mundo. Viven en pleno desierto con temperaturas extremas, sin agua potable ni luz eléctrica y no tienen ningún tipo de recurso económico ni posibilidades de trabajar, en la mayoría de casos. Viven de la ayuda internacional, que en los últimos años se ha reducido.
¿Cómo se llevó a cabo el operativo para trasladar a la pequeña?
Los trámites para poder traerla fueron muy complicados ya que se deben lograr au- torizaciones especiales para salir del campo de refugiados y después tramitar el visado. Su hermana vive en Mallorca y la ha estado acompañando durante todo el tiempo, aunque se tardó más de un mes para conseguir todos los papeles necesarios para que pudiera salir del país y venir a España. Por parte de la familia no hubo ningún problema, eran las autoridades argelinas las que solicitaron informes sobre la necesidad de una intervención urgente. Desde la Fundación Julián Vilás Ferrer se pusieron en marcha desde el minuto uno y ofrecieron su asesoría legal y contactos varios para tratar de aunar esfuerzos y conseguir que la niña llegara lo antes posible. Había que correr.
¿Era un caso grave?
Sí, extremadamente grave. Sufría hipertensión intracraneal y en cualquier momento podía fallecer. Así y todo, tardamos un mes en lograr que llegara.
Por lo tanto, el viaje no estaría exento de riesgos.
En el primer mundo lo que se hace es organizar un vuelo medicalizado y en las primeras 24 o 48 horas se intenta trasladar al paciente a un centro neuroquirúrgico. Ella tuvo que llegar en transporte regular y con la única compañía de su hermana mayor.
¿En qué consistió la operación?
La niña fue operada en dos tiempos. En el primer procedimiento se realizó una neuroendoscopia asistida por navegación, una técnica mediante la cual se introduce una cámara de alta definición en el interior del cerebro, navegamos por él llegando hasta el quiste y, en este caso, vaciamos parcialmente su contenido, dejando un drenaje dentro. Ante la posibilidad de que el quiste fuera parasitario, iniciamos un tratamiento farmacológico y la niña permaneció bajo vigilancia en la UCI durante casi tres semanas. Pasadas unas semanas se confirmó que se trataba de un quiste hidatídico, una grave lesión producida por un parásito, la larva de un gusano que se transmite por contacto con perros infestados. Dicha enfermedad es endémica en los campos de refugiados y se debe básicamente a las condiciones insalubres en las que viven. Afortunadamente, el tratamiento administrado fue efectivo, consiguiéndose la erradicación de las larvas sin presentar efectos secundarios ni otras complicaciones. Posteriormente, se hizo una segunda intervención, también mediante neuroendoscopia, para comunicar las cavidades internas del cerebro que contienen el líquido cefalorraquídeo (ventrículos) con las cisternas de la base del cráneo (uno de los lugares donde se reabsorbe dicho líquido), mediante la creación de un by-pass o puenteo. Tras esta última intervención, la paciente pasó al área de Hospitalización, donde realizó una rehabilitación intensiva apoyada por sus familiares y por todo el personal de Enfermería y Fisioterapia.
¿Le han quedado secuelas?
No, ninguna. Tras la primera intervención ya vimos que recuperaba paulatinamente sus déficits. Mi principal preocupación era la posible afectación de los nervios ópticos por la compresión cerebral. Pero, a los pocos días, la niña veía bien la televisión del box de la UCI y manejaba la ‘tablet’ de la hermana con normalidad. Las secuelas motoras fueron mejorando en las siguientes semanas y cuando se marchó de la clínica, incluso era capaz de hacer bailes saharauis tradicionales.
Como neurocirujano, ¿qué le ha supuesto este caso?
El reto principal era el enorme tamaño del quiste y su ubicación en el hemisferio izquierdo, afectando a áreas cerebrales motoras, sensitivas, visuales y del lenguaje. La planificación de los pasos a dar debía ser meticulosa. Sabíamos que, de tratarse de un quiste parasitario, las probabilidades de complicaciones eran elevadas. Habitualmente estos casos se solucionan mediante una craneotomía y resección completa del quiste, aunque no siempre se logra y el quiste acaba rompiéndose, pero no optamos por esta opción debido a su tamaño gigantesco y a su ubicación. Hicimos tan sólo una pequeña perforación del cráneo y mediante la endoscopia, el drenaje del quiste y los fármacos antiparasitarios y corticoides, solucionamos el caso sin ninguna secuela ni complicación. Quiero destacar la enorme profesionalidad de todo el personal de la UCI, tanto los facultativos como el personal de Enfermería. Estuvieron a la altura de un caso de enorme complejidad.
¿Se pueden prevenir este tipo de quistes?
Sí, principalmente mejorando las condiciones higiénicas del lugar y desparasitando los animales o mejorando los controles sanitarios. Son cosas que en el primer mundo son habituales, pero que en un campo de refugiados están, a día de hoy, fuera del alcance de la mayoría.
¿Animaría a conocedores de casos similares a pedir ayuda a la Fundación?
Sin dudarlo. El doctor Vilás, además de excelente cirujano, es una persona generosa y altruista. Ayudar a personas con necesidades es más gratificante que muchas otras cosas en esta vida. Quién sabe si el caso de Zeinab es el primero de muchos otros.